Quiero compartir con ustedes lo que hemos vivido estos últimos tres días. Intentaré ser concisa -para no aburrir a nadie- pero no quiero omitir nada porque ya saben que en esto de la medicina cualquier detalle, por pequeño que sea, es importante.
El miércoles por la mañana a mi enano le pusieron la vacuna triple vírica y la de la varicela. Por la tarde estaba bastante mimoso, sólo quería brazos y no tenía ganas de jugar. Yo pensé que quizás se sentía un poco fastidiado por la vacuna y decidí salir a dar un paseo para desperjarnos. Fuimos al parque y a un par de tiendas, todo transcurrió de forma normal.
Por la madrugada empezó a quejarse, y al cogerlo noté que estaba caliente. Le puse el termómetro y tenía 38º. Le di apiretal y lo traje a nuestra cama. Normalmente él duerme en su cuna en la habitación de al lado, que está comunicada a través de una puerta con la nuestra. En ese momento pensé que la fiebre era consecuencia de las vacunas, aunque después me han dicho que esas vacunas dan fiebre 7 a 10 días después.
En nuestra cama estaba súper inquieto, se movía sin parar. En una de esas se sentó y se tiró hacia atrás, golpeándose fuertemente la cabeza contra la mesa de noche -no es la primera vez que se tira de esta forma, en una ocasión se dio un golpe tremendo con mi nariz, yo sangraba y él se pegó el susto de su vida-. El golpe sonó fuerte y el enano lloró bastante. Como estaba oscuro no sabíamos exactamente dónde se había dado, pero no tenía ninguna marca y después del llanto se quedó tranquilo, así que ahí lo dejamos.
La mañana del jueves seguía inquieto, lloriqueaba y nuevamente sólo quería brazos. Le tomé la temperatura y tenía 38,5º así que decidí darle apiretal otra vez. Al tomar el apiretal le dieron unas náuseas tremendas y empezó a vomitar bastante. Me daba la sensación como que se ahogaba, lloraba y estaba como ido, como si se fuera a desmayar. La verdad es que me asusté mucho en ese momento y decidí ir a urgencias.
En urgencias conté exactamente todo lo que acabo de escribir, y la pediatra nos dijo -papá dejó el trabajo y vino volando- que probablemente era un virus pero que como se había dado un golpe en la cabeza hacía no muchas horas lo correcto era ingresarlo en el hospital, hacerle algunos análisis y tenerlo 24 horas en observación.
Después vino lo peor, le colocaron una sonda con suero en el brazo, le sacaron sangre, le tomaron una muestra de orina y una radiografía de la cabeza. Ya se imaginarán cómo lloraba durante todo este proceso. A mí se me partía el alma. Verlo tumbado en la camilla, desnudito y con una sonda en el brazo era demasiado; aunque estaba segura de que todo iba a ir bien no pude evitar derramar unas cuantas lágrimas.
Los tres pasamos la noche en el hospital y, salvo por la fiebre, el enano estuvo bien. La mañana del viernes nos dieron el alta. La pediatra nos dijo que el enano estaba bien, que los resultados de los análisis estaban bien y que al parecer era sólo un virus. Así que nos fuimos a casa. Por la tarde estuvo más o menos, aún con un poco de fiebre. Hoy ha amanecido muchísimo mejor, sin fiebre y con ganas de jugar. No quiero cantar victoria pero espero que todo siga así.
Han sido unos días intensos. No quisiera volver a tener que pasar por algo así. Por momentos pienso que quizás exageré un poco al llevarlo a urgencias tan rápidamente, quizás debí haber observado primero cómo seguía y así podía haberle evitado todo ese sufrimiento, pero lo cierto es que en ese momento me puse muy nerviosa y no podía razonar. Por otro lado, cuánta falta hace la familia en estas situaciones. Una abuela o un abuelo que te pueda aconsejar o echar una mano. En fin, lo importante es que no pasó de un susto.