Los primeros días de diciembre
Mateo cumplirá 18 meses, y recién se ha
soltado a andar esta semana. Confieso que, a pesar que soy consciente de
que cada niño tiene su ritmo, y más aún de que mi enano siempre ha ido un poco
“más lento” de lo “normal” en lo que a habilidades físicas se refiere –empezó a
gatear casi con un año-, estaba algo
preocupada por el tema.
Cumplió catorce, quince, dieciséis
meses y nada. Todos los niños de su edad caminaban pero él prefería gatear y
cuando intentábamos hacerlo andar cogido de los brazos solía resistirse. Nunca
faltaba en el parque alguna abuela, mamá, papá o cuidadora que preguntara: “¿Aún no anda?” Y ante mi negativa
continuara: “Bueno, ya andará, cada niño
tiene su ritmo”. Pero lejos de tranquilizarme, me inquietaba un poco más.
Lo conversé con el pediatra y me
recomendó llevarlo a un CDIAP (Centro de
Desarrollo Infantil y Atención Temprana) para que lo evaluara una
fisioterapeuta y así descartar cualquier tipo de problema físico.
Los CDIAPs es un servicio –que no
sabía que existía, por cierto- que ofrece la Generalitat de Cataluña para los
niños –y sus familias- que se encuentren en alguna de las situaciones
siguientes:
- Niños que en condiciones normales no necesitan
esta atención, pero el medio familiar y social en el que viven puede hacerla
necesaria.
- Niños que
en condiciones normales no llegan a un desarrollo adecuado para su edad y, por
lo tanto, necesitan atención para conseguirlo (en principio, éste era
nuestro caso).
- Niños que presentan malformaciones evidentes,
defectos congénitos, lesiones cerebrales de cualquier origen y otras anomalías.
Los profesionales que forman
parte del equipo interdisciplinar de los CDIAPs son expertos en desarrollo
infantil y en los diversos ámbitos de intervención (niño, familia y entorno).
Hay especialistas en fisioterapia, logopedia, trabajo social, psicología y
neuropediatría.
A la primera cita sólo asistimos
papá y yo. La idea era explicar lo que nos había llevado ahí al especialista.
Nos hizo muchas –muchísimas- preguntas sobre Mateo y sobre nosotros y nuestras
familias. Creo que se hizo una idea bastante clara de la situación. La segunda
cita fue con la fisioterapeuta y Mateo. Estuvimos cerca de media hora. La
fisioterapeuta montó un pequeño espacio para que el enano jugara y así ver cómo
se desenvolvía. ¡Y lo hizo muy bien! Nos dijo que no teníamos de que preocuparnos y que en poco tiempo estaría andando
–en ese momento aceptaba un poco más avanzar cogido de los brazos-. Que quizás
su “retraso” se debiera en parte a que es un niño muy grande –¡a ver si tengo en
casa un futuro jugador de baloncesto!-.
Esto fue hace poco más de un mes
y quedamos en vernos nuevamente en quince días, para ver los progresos, pero
debido a los múltiples virus que ha cogido Mateo aún no hemos podido ir. Espero
poder hacerlo la semana que viene.
Mientras tanto –y en gran parte
gracias a la ayuda de las visitas :)-
hemos estado ayudando a Mateo a caminar cogido de los brazos. Cada día hacía un
pequeño avance. Hasta que hace unos días empezó a soltarse. Primero sólo un par
de pasos, y poco a poco unos cuántos más. Ahora, aunque aún prefiere que lo
lleves de la mano, puede andar solo distancias importantes –me refiero del
salón a la cocina y cosas así :)-.
¡Empezamos una nueva etapa!
Después de todo este proceso, mi reflexión es que, efectivamente cada
niño tiene su ritmo, pero creo que si en algunos aspectos se sale de lo que se considera
“normal”, nunca está demás consultarlo con el pediatra y ver si es
necesario una evaluación adicional.
¡Buen fin de semana!