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viernes, 23 de noviembre de 2012

Caminar con casi 18 meses


Los primeros días de diciembre Mateo cumplirá 18 meses, y recién se ha soltado a andar esta semana. Confieso que, a pesar que soy consciente de que cada niño tiene su ritmo, y más aún de que mi enano siempre ha ido un poco “más lento” de lo “normal” en lo que a habilidades físicas se refiere –empezó a gatear casi con un año-, estaba algo preocupada por el tema.

Cumplió catorce, quince, dieciséis meses y nada. Todos los niños de su edad caminaban pero él prefería gatear y cuando intentábamos hacerlo andar cogido de los brazos solía resistirse. Nunca faltaba en el parque alguna abuela, mamá, papá o cuidadora que preguntara: “¿Aún no anda?” Y ante mi negativa continuara: “Bueno, ya andará, cada niño tiene su ritmo”. Pero lejos de tranquilizarme, me inquietaba un poco más.

Lo conversé con el pediatra y me recomendó llevarlo a un CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana) para que lo evaluara una fisioterapeuta y así descartar cualquier tipo de problema físico.

Los CDIAPs es un servicio –que no sabía que existía, por cierto- que ofrece la Generalitat de Cataluña para los niños –y sus familias- que se encuentren en alguna de las situaciones siguientes:
  • Niños que en condiciones normales no necesitan esta atención, pero el medio familiar y social en el que viven puede hacerla necesaria.
  • Niños que en condiciones normales no llegan a un desarrollo adecuado para su edad y, por lo tanto, necesitan atención para conseguirlo (en principio, éste era nuestro caso).
  • Niños que presentan malformaciones evidentes, defectos congénitos, lesiones cerebrales de cualquier origen y otras anomalías.

Los profesionales que forman parte del equipo interdisciplinar de los CDIAPs son expertos en desarrollo infantil y en los diversos ámbitos de intervención (niño, familia y entorno). Hay especialistas en fisioterapia, logopedia, trabajo social, psicología y neuropediatría.

A la primera cita sólo asistimos papá y yo. La idea era explicar lo que nos había llevado ahí al especialista. Nos hizo muchas –muchísimas- preguntas sobre Mateo y sobre nosotros y nuestras familias. Creo que se hizo una idea bastante clara de la situación. La segunda cita fue con la fisioterapeuta y Mateo. Estuvimos cerca de media hora. La fisioterapeuta montó un pequeño espacio para que el enano jugara y así ver cómo se desenvolvía. ¡Y lo hizo muy bien! Nos dijo que no teníamos de que preocuparnos y que en poco tiempo estaría andando –en ese momento aceptaba un poco más avanzar cogido de los brazos-. Que quizás su “retraso” se debiera en parte a que es un niño muy grande –¡a ver si tengo en casa un futuro jugador de baloncesto!-.

Esto fue hace poco más de un mes y quedamos en vernos nuevamente en quince días, para ver los progresos, pero debido a los múltiples virus que ha cogido Mateo aún no hemos podido ir. Espero poder hacerlo la semana que viene.

Mientras tanto –y en gran parte gracias a la ayuda de las visitas :)- hemos estado ayudando a Mateo a caminar cogido de los brazos. Cada día hacía un pequeño avance. Hasta que hace unos días empezó a soltarse. Primero sólo un par de pasos, y poco a poco unos cuántos más. Ahora, aunque aún prefiere que lo lleves de la mano, puede andar solo distancias importantes –me refiero del salón a la cocina y cosas así :)-. ¡Empezamos una nueva etapa!

Después de todo este proceso, mi reflexión es que, efectivamente cada niño tiene su ritmo, pero creo que si en algunos aspectos se sale de lo que se considera “normal”, nunca está demás consultarlo con el pediatra y ver si es necesario una evaluación adicional.

¡Buen fin de semana!

domingo, 5 de agosto de 2012

Respetar la naturaleza de nuestros hijos



Hace algunos semanas llegó a mis manos vía Facebook este artículo de Lucía de Althaus -psicóloga y mamá- titulado "Niños introvertidos" en el que se habla de cómo en muchas ocasiones los padres queremos a toda costa que nuestros hijos sean extrovertidos y sociables -dos cualidades muy valoradas actualmente- y vemos como un "defecto" que sean tímidos e introvertidos, sin respetar su naturaleza y darnos cuenta que la introversión no tiene por qué ser mala y que, entre otras cosas, favorece la sensibilidad, la observación, la reflexión, la comunicación de ideas, pensamientos y sentimientos mediante vías alternativas como la pintura o la escritura, y produce grandes obras e inventos -muchos personajes importantes de la historia eran introvertidos-.

En el artículo se menciona un libro que -por coincidencia- papá compró unos días después cuando estuvo por tierras inglesas. El libro se titula "Quiet: The power of introverts in a world that can´t stop talking" que en castellano sería algo así como "Silencio: El poder de la introversión en un mundo que no para de hablar" y la autora es Susan Cain -abogada y escritora interesada en la naturaleza humana-. No lo he leído aún -tengo que prepararme mentalmente para leer cerca de 300 páginas en inglés-, pero le he echado un vistazo y pinta bien. Explica cómo se diferencia la química del cerebro de los introvertidos y de los extrovertidos, y cómo la sociedad tiende a no valorar lo suficiente a los introvertidos. El libro da también herramientas para que los introvertidos aprendan a entenderse a sí mismos y sepan sacar el máximo provecho de sus fortalezas. 



Tanto el artículo como el libro llamaron mi atención porque yo me considero una persona introvertida. De pocas palabras, reservada, me cuesta entrar en confianza, me siento más a gusto en una pequeña reunión familiar que en un gran evento, disfruto de mi soledad y prefiero escuchar y observar antes que hablar -quizás por eso me gustan tanto el yoga y la pintura-. Y la verdad es que siempre he considerado este rasgo de mi personalidad como un "defecto". 

No saben cuánto he intentado ser más sociable, más habladora, poder hacer amigos con mayor facilidad e intervenir más en una clase de la universidad o en una reunión de trabajo. Pero me cuesta, y mucho. Mi familia y amigos más cercanos me conocen, saben cómo soy y me aceptan tal cual, pero han habido varias situaciones, sobretodo en la universidad o en el trabajo, en las que me he sentido reprochada por no hablar o participar más. De hecho, es una crítica que suele aparecer cuando recibo algún "feedback" a nivel profesional. 

Creo que mi enano es aún pequeño como para saber qué tipo de personalidad tendrá -extrovertida o introvertida-. En ciertas situaciones lo veo sociable y muy simpático, mientras que en otras mantiene su distancia, se queda sentado tranquilo, observando en silencio. Confieso que muchas veces he pensado que me gustaría que no fuera como yo, sino lo que yo no he podido ser, porque siempre he creído que todo es más fácil para los extrovertidos. Ahora pienso que, tenga la personalidad que tenga, él tendrá mi amor incondicional, mi respeto y ayuda para que crezca seguro de sí mismo, para que tenga una buena autoestima y sea capaz de ser feliz y hacer felices a los que lo rodean. Ambos, extrovertidos e introvertidos, somos necesarios en este mundo. 

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