No me gustan las despedidas, pero son inevitables y en ocasiones, necesarias. A pocos días de tomar el avión que nos llevará a nuestro nuevo hogar sé que ha llegado el momento de despedirme de Barcelona, la ciudad en la que he vivido los últimos seis años y donde he crecido mucho tanto a nivel personal como profesional.
Una ciudad de la que me enamoré a primera vista, a la que vine a estudiar y me quedé a trabajar. Donde descubrí el yoga y fui al mejor taller de pintura que he ido en mi vida. Una ciudad donde he hecho muy buenos amigos que estoy segura me acompañarán para siempre -aunque sea a la distancia-, y quizás lo más importante, donde me convertí en mamá. La ciudad donde empecé este blog, que me abrió las puertas de un mundo virtual lleno de personas, proyectos, negocios, ideas e iniciativas cargadas de energía, positivismo e ilusión. La ciudad donde Mateo dio sus primeros pasos, dijo sus primeras palabras y ha hecho sus primeros amigos.
Por todo esto y mucho más, Barcelona ocupará siempre un lugar muy especial en mi corazón. Muchas gracias Barcelona, y por supuesto, muchas gracias a todas esas personas que nos han acompañado en esta maravillosa aventura.