Mi enano está nuevamente enfermo y estos días ha tenido que quedarse en casa. El martes me llamaron de la guarde para que lo fuese a buscar porque tenía fiebre, 38,6ºC. Felizmente papá se pudo organizar y salir a buscarlo, porque yo tenía que terminar un trabajo que debía entregar ese mismo día.
En un principio parecía que tenía lo mismo que las veces anteriores: mocos, tos y fiebre. Tratamiento: apiretal para bajar la fiebre y esperar a que el virus desaloje su cuerpo. El miércoles parecía estar mejor, pero la madrugada de miércoles para jueves empezó con vómitos. Pensamos que era producto de la tos -algo que le ha pasado antes varias veces- pero al ver que no cesaban empezamos a preocuparnos.
Por la mañana del jueves el panorama no era muy bueno. Mateo no dejaba de quejarse -le dolía la pancita supongo- tenía muy mala cara y vomitó un par de veces. Así que decidimos ir a urgencias. Yo me cogí el día de vacaciones para acompañar a mis suegros, porque me parecía demasiada responsabilidad para ellos. Tratamiento: suero líquido, y si por la tarde seguía igual volver a urgencias.
Nos fuimos a casa y Mateo continuó con los vómitos. Tomaba el suero y al cabo de un rato lo devolvía. Lo mismo con el agua. Llamé a su pediatra y me recetó un medicamento para intentar que aceptara algo de lo que le daba y evitar volver al hospital. Felizmente después de una larguísima siesta (que ya empezaba a preocuparme -es que yo soy así, no puedo evitarlo-) los vómitos cesaron y empezó a tolerar mejor el suero y el agua, aunque no quiso probar nada sólido. No tenía muchas ganas de jugar pero se le veía mejor de ánimo. Aún se quejaba un poco de dolor, pero menos.
Hoy se ha levantado como nuevo. ¡Es que así son los niños! Me siento mucho más tranquila porque ayer se me partía el alma al verlo tan decaído, sin ganas de nada. Sólo de tumbarse en la cama y descansar.
Felizmente es viernes y tenemos todo el fin de semana para descansar y recuperarnos :)
En un principio parecía que tenía lo mismo que las veces anteriores: mocos, tos y fiebre. Tratamiento: apiretal para bajar la fiebre y esperar a que el virus desaloje su cuerpo. El miércoles parecía estar mejor, pero la madrugada de miércoles para jueves empezó con vómitos. Pensamos que era producto de la tos -algo que le ha pasado antes varias veces- pero al ver que no cesaban empezamos a preocuparnos.
Por la mañana del jueves el panorama no era muy bueno. Mateo no dejaba de quejarse -le dolía la pancita supongo- tenía muy mala cara y vomitó un par de veces. Así que decidimos ir a urgencias. Yo me cogí el día de vacaciones para acompañar a mis suegros, porque me parecía demasiada responsabilidad para ellos. Tratamiento: suero líquido, y si por la tarde seguía igual volver a urgencias.
Nos fuimos a casa y Mateo continuó con los vómitos. Tomaba el suero y al cabo de un rato lo devolvía. Lo mismo con el agua. Llamé a su pediatra y me recetó un medicamento para intentar que aceptara algo de lo que le daba y evitar volver al hospital. Felizmente después de una larguísima siesta (que ya empezaba a preocuparme -es que yo soy así, no puedo evitarlo-) los vómitos cesaron y empezó a tolerar mejor el suero y el agua, aunque no quiso probar nada sólido. No tenía muchas ganas de jugar pero se le veía mejor de ánimo. Aún se quejaba un poco de dolor, pero menos.
Hoy se ha levantado como nuevo. ¡Es que así son los niños! Me siento mucho más tranquila porque ayer se me partía el alma al verlo tan decaído, sin ganas de nada. Sólo de tumbarse en la cama y descansar.
Felizmente es viernes y tenemos todo el fin de semana para descansar y recuperarnos :)
¡BUEN FIN DE SEMANA!