Aprovechando las vacaciones navideñas y el buen tiempo, nos escapamos un par de días de la ciudad condal para disfrutar de la naturaleza y respirar aire puro. Siguiendo las recomendaciones de BABYviajes.com, nos alojamos en este hotel rural ubicado en un pequeño y apacible pueblo de Girona.
El entorno era espectacular, y el hotel estaba muy bien preparado para recibir familias con niños pequeños. Tenían actividades en familia tanto en interior como al aire libre, piscina, mini granja, sala de actividades, parque de juegos al aire libre, merienda para los niños, y un amplio césped para jugar o simplemente tumbarse a descansar.
El entorno era espectacular, y el hotel estaba muy bien preparado para recibir familias con niños pequeños. Tenían actividades en familia tanto en interior como al aire libre, piscina, mini granja, sala de actividades, parque de juegos al aire libre, merienda para los niños, y un amplio césped para jugar o simplemente tumbarse a descansar.
El enano
estaba más que feliz. Tenía mucho espacio para correr, y estaba fascinado con los árboles, las plantas y las flores. Pero lo que más le gustó fueron los animales, en especial los patos, las gallinas y un perrito que también estaba alojado en el hotel llamado Tobi.
Al ver a los patos y a las gallinas no dejaba de repetir "cua cua cua cua", moviendo los brazos como si fueran alas y corriendo de un lado al otro: de los patos a las gallinas y viceversa. Los perseguía, quería tocarlos, ¡estaba emocionadísimo!
Con el perro fue algo similar, lo vio y empezó a perseguirlo, quería tocarlo a cómo de lugar, y principalmente jugar con él. Era un cachorro pequeño y muy juguetón, así que pasaron un buen rato juntos. Los otros animales -burros, ovejas, conejos- no le llamaron tanto la atención, más bien le daban un poco de "nervios" y no se atrevía a acercarse mucho.
Esto me llevó a reflexionar sobre lo importante que es estar en contacto con la naturaleza, y lo poco que lo hacemos debido a que vivimos en una ciudad. Hace tiempo leí un artículo en la Revista Integral titulado "Educar en verde. Por una infancia en la naturaleza" que decía que numerosos estudios científicos confirman la necesidad infantil de aire libre y sus beneficios para el desarrollo físico, afectivo, social e intelectual de los pequeños.
Entre muchas otras cosas, jugar al aire libre fortalece la salud física de los niños, ayuda a desarrollar la autonomía y la creatividad, les permite llevar a cabo comportamientos que muchas veces es difícil realizar en interiores: hacer ruido, gritar, correr, ensuciarse, desordenar...
Además, favorece el descanso de un entorno artificial, excesivamente estructurado que solicita continuamente su atención, agudiza el desarrollo de su sensibilidad, estimulando delicadamente todos sus sentidos (tacto, olfato, vista, oído...) y ayuda a interiorizar valores fundamentales para la supervivencia de la especie, como la tolerancia, la paciencia, el cuidado de la vida, el amor hacia el planeta y los seres que lo componen.
Si queremos adultos que tengan una auténtica conciencia ecológica, es importante el continuo contacto con la naturaleza desde la infancia. La ecología es una forma de vivir, de educar. Estudios realizados sobre la biografía de personas que dedican su vida a los temas medioambientales muestran infancias marcadas por el contacto con el mundo natural.