La infinidad de posts, artículos y comentarios que he leído últimamente en respuesta a la última portada de la revista estadounidense "Time" en la que sale una madre amamantando a su hijo de 3 años, me han animado a contar la historia de nuestra lactancia. Quizás también sea algo que necesito hacer para curar unas cuantas heridas, y si no, aunque sea para desahogarme.
Sé que no soy menos madre por haber amamantado a mi hijo sólo cuatro meses. Creo que todas las madres intentamos hacerlo lo mejor posible. Mateo se ha desarrollado perfectamente y, como dice su tía, es un niño sano, inteligente y, por encima de todo, feliz. Pero a pesar de todo, aún no logro deshacerme de esa especie de culpa que siento por haber "fracasado" con la lactancia materna, por no haber sido capaz de alimentar a Mateo exclusivamente con mi leche, por no haber podido ofrecerle ese regalo tan maravilloso durante más tiempo. Hasta el día de hoy cuando veo a una madre dándole el pecho a su hijo los fantasmas de nuestra lactancia me invaden y me preguntó qué pasó con nosotros.
Cuando estaba embarazada no tenía dudas, yo quería dar el pecho a mi hijo. ¿Hasta cuándo? No lo sabía, hasta que los dos quisiéramos y pudiéramos. Nunca imaginé lo difícil que podía ser la lactancia. Me concentré en prepararme para el parto, y pensaba que una vez superado ese momento lo demás fluiría naturalmente. A pesar de que Mateo llegó tres semanas antes de los esperado el parto fue rápido y sin complicaciones, y aunque quizás no fue tal como lo esperaba, el recuerdo que tengo es maravilloso.
Los problemas empezaron dos días después cuando, ya en casa, tuve la subida de la leche. Tenía los pechos tan hinchados que Mateo no conseguía sacar ni una gota de leche. En ese momento intentaba recordar lo que nos habían dicho sobre el tema en las clases de preparación para el parto, y lo único que venía a mi mente es que no debía usar el sacaleches, porque entonces iba producir más leche y la situación empeoraría. Al ver que Mateo lloraba continuamente y que no ensuciaba los pañales nos fuimos a urgencias. Como no comía, estaba comenzando a deshidratarse y al verme lo primero que me dijeron las enfermeras fue: "pobre, te va a dar una mastitis...". En ese momento sólo quería llorar. A Mateo le dieron un biberón y a mí me pusieron el sacaleches, me dieron un par de consejos y el teléfono de un grupo de apoyo a la lactancia.
Al día siguiente llamé al grupo de apoyo a la lactancia, me dieron algunos consejos para descongestionar los pechos y, afortunadamente, con esto la situación empezó a mejorar. Las dos semanas siguientes me las pasé con Mateo enganchado, día y noche, recuerdo que no tenía tiempo para comer ni para ducharme y casi no dormía. Cuando lo soltaba no hacía más que llorar. Llegó el día de la visita con el pediatra y nos dimos con la sorpresa de que Mateo prácticamente no había ganado peso, así que nos dijo que debíamos complementarle con leche artificial. A mí se me vino el mundo encima, pero estaba tan cansada y confundida, que lo acepté. Así fue como empezó nuestra lactancia mixta y así también fue como cuatro meses después nuestra lactancia materna llegó a su fin.
La lactancia mixta es complicada, pero yo no quería dejar de dar el pecho. Tomaba infusiones, cerveza sin alcohol, avena y todo lo que me dijeran que ayudaba a aumentar la producción de leche; y a la vez lavaba, esterilizaba y preparaba biberones. Cuando me quedaba tiempo y fuerzas me sacaba leche. Pero tengo que confesar que esos primeros biberones me ayudaron mucho. Mateo empezó a estar más tranquilo, lloraba menos, dormía mejor y su padre y sus abuelos tenían más oportunidades para disfrutar de él. Además, me permitieron descansar cuando estaba verdaderamente agotada.
Hoy, a la distancia, pienso que debí haber hecho las cosas de otra manera. No debí rendirme tan rápido, debí buscar más información, más ayuda, debí haber insistido más, esforzado más para conseguir la lactancia materna exclusiva con la que tanto había soñado. Si tengo más hijos volveré a intentarlo, y con la información y experiencia con la que cuento ahora espero conseguirlo.