jueves, 26 de abril de 2012

Masaje infantil: El descubrimiento

"Para ayudar a los bebés a atravesar el desierto de los primeros meses de vida,
para que no experimenten más la angustia de sentirse aislados, perdidos,
es necesario hablar a su espalda,
es necesario hablar a su piel,
que tienen sed y hambre
igual que su viente."

Frédérick Leboyer


Este fin de semana me voy al curso de Formación de Educadores de Masaje Infantil de la AEMI -¡qué ilusión!- así que este es el primero de muchos posts que escribiré sobre el tema. No soy masajista, ni fisioterapeuta, ni psicóloga, ni educadora; soy solo una mamá con muchísimas ganas de profundizar en esta maravillosa y beneficiosa técnica para así poder compartirla con otras familias.

Mateo y yo descubrimos el masaje infantil cuando él tenía 7 meses -¡qué lástima que no fuera antes!- a través de un taller que organizaba el CAP de mi barrio. Fue amor a primera vista. Desde la primera sesión supe que había descubierto algo mágico, una manera diferente y muy especial de comunicarme con mi hijo. Y él estaba fascinado. Su mirada, su sonrisa, sus movimientos y sus sonidos, todo su cuerpo expresaba bienestar. Asistimos sin falta a todas las sesiones y luego continué dándole masajes en casa. 

Después de la primera sesión llegué a casa y me dediqué a buscar información sobre el masaje infantil. Así topé con la AEMI y su curso de Formación para Educadores de Masaje Infantil. Inmediatamente supe que tenía que hacerlo, no podía guardarme este fascinante descubrimiento para mi, tenía que compartirlo con otros papás y mamás. Para suerte mía las fechas del curso coincidían con la visita de mi madre, lo cual terminó de convencerme ya que mi marido no tendría que quedarse cuatro días solo con Mateo sino que tendría la ayuda y compañía de la abuela. Así que me inscribí y acá estoy, esperando con ansias que llegue el sábado.  

martes, 24 de abril de 2012

El poder de una sonrisa


"Son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para sonreir" - Swami Sivananda

Una sonrisa de Mateo lo cura todo. Es el antídoto más efectivo contra el cansancio, las preocupaciones, las tensiones, el malhumor y el decaimiento. Él sonríe y nosotros sonreímos. Nos contagia su alegría de forma inmediata. Sonríe cuando algo o alguien le gusta, cuando descubre algo nuevo o en respuesta a una sonrisa. Sonríe muy a menudo. 

Los adultos hemos perdido esa capacidad para sonreír que tienen los niños. Sonreímos poco cuando vamos por la calle. Cuando vamos en el metro o en el autobús, subimos al ascensor del trabajo, hacemos la compra en el supermercado o nos cruzamos con algún vecino solemos ir serios, enfrascados en nuestros pensamientos y sin interactuar con los demás.

Hoy salimos a comer fuera y Mateo se quedó mirando fijamente al grupo de la mesa de al lado. Ellos sonrieron y él respondió con una hermosa sonrisa. Todos sonreímos. Y luego reímos. Fue un momento muy agradable. Una sonrisa sólo genera emociones positivas tanto en quién la da como en quién la recibe. Con una sonrisa expresamos más que alegría, expresamos salud, bienestar y paz interior.

Si sonreír no cuesta y enriquece tanto, ¿por qué no lo hacemos más a menudo?

viernes, 20 de abril de 2012

Noche de chicas

"Ladies night" o, traducido al castellano, "Noche de chicas" era como se conocía a las noches de los jueves en Lima cuando yo estudiaba en la universidad (no tengo idea si esto seguirá siendo así). La entrada a las discotecas era gratis para las chicas así que era la noche perfecta para ir a bailar entre amigas. Quién me iba a decir que más de diez años después y al otro lado del charco, las noches de los jueves volverían a convertirse en mi "Noche de chicas". Ese día mi marido, también conocido como el papá de Mateo, se encarga de bañarlo, darle de cenar y, lo más difícil de todo, hacerlo dormir, y yo me voy (no, las discotecas las dejé hace mucho) a una relajante y reparadora clase de yoga, en la que por esas casualidades de la vida sólo hay mujeres (¡ojo que los chicos son bienvenidos!).

Descubrí el yoga hace unos cuatro años cuando empecé a sufrir vértigos. Después de varias visitas al médico éste terminó por decirme que necesitaba relajarme y me recomendó el yoga. Hasta ese momento yo había tenido muy poco contacto con el yoga. Es cierto que cuando era pequeña mi padre practicaba yoga en casa por las mañanas, pero yo nunca me interesé en el tema y más bien me preguntaba qué hacía mi padre parado de cabeza sobre la alfombra del salón todos los días a las siete de la mañana.

Gracias a esos vértigos (que por cierto desaparecieron) descubrí una práctica que hasta ahora me acompaña, que ha cambiado mi forma de ver la vida, que me ha ayudado a conocerme mejor, a tener mayor consciencia de mi cuerpo, que me ha enseñado la importancia de la respiración, que me relaja y da serenidad a la vez que me llena de energía. No soy una profesional ni mucho menos, soy una simple aficionada que durante estos años ha hecho varias pausas, pero que siempre que puede vuelve al yoga. Practiqué yoga durante el embarazo, lo dejé cuando nació Mateo y ahora he vuelto a retomarlo.

Creo que es importante tener un tiempo para nosotros mismos, para desconectar de la rutina, hacer un alto en nuestras ajetreadas vidas, aislarnos del mundo y sus múltiples estímulos, y entrar en contacto con nuestro interior. Es importante que aunque sea por un momento podamos retirarnos a un "lugar" que sólo nos pertenezca a nosotros, un refugio que nos permita hacer una pausa y recuperar las fuerzas perdidas. Recargar las pilas para volver a la carga con más energía. Hay muchas formas de hacerlo: a través de la cocina, la lectura, la costura, la música, el dibujo o la pintura, por mencionar sólo algunas.

Espero poder seguir disfrutando de mi "Noche de chicas" por mucho tiempo.

¡Ya llega la abuela!


No veo la hora de que sea sábado por la tarde para ir a buscar a la abuela Rosita (mi madre) al aeropuerto. Viene de visita por dos meses y la verdad es que estoy super contenta. Tengo unas ganas locas de que esté con Mateo, quiero que lo llene de besos y abrazos, que juegue con él y lo lleve de paseo. Y a mí me viene muy bien su compañía, ya que la extraño bastante.

Una de las cosas que más lamento de que vivamos lejos de nuestro país es que Mateo vea poco a sus abuelos, y viceversa. Los abuelos juegan un papel muy importante en el desarrollo de los niños. Desde mi punto de vista los abuelos son los encargados de "malcriar", son confidentes, cómplices, encubridores de travesuras, defensores de las "injusticias" que imponemos los padres, se saltan las reglas, compran muchos regalos, dejan comer dulces, dejan ir a dormir tarde, tienen muchas historias que contar, y un largo etcétera. Los abuelos no imponen disciplina, casi nunca se enfadan y no recriminan.

Pero la relación es en ambos sentidos y para los abuelos los nietos representan una "segunda oportunidad", les permiten enmendar los errores cometidos con los hijos, amar incondicionalmente, les dan una nueva razón para vivir y los llenan de energía.

Mateo tiene la suerte de tener cuatro abuelos relativamente jóvenes (todos tienen menos de 65 años) y además, es el primer y único nieto por ambos lados. Lástima que estén tan lejos y no pueda tener un contacto continuo con ellos. Pero aunque sea a la distancia, yo buscaré la forma para que el vínculo entre ellos se mantenga y se fortalezca con el tiempo, y tanto abuelos como nieto puedan disfrutar de esta maravillosa relación. Por ahora, disfrutaremos cada minuto de estos dos meses que tendremos a la abuela con nosotros. ¡Bienvenida mamá!

sábado, 14 de abril de 2012

Peleas entre niños, ¿cómo actuar?


Mateo no gatea ni camina pero me gusta llevarlo al parque para que esté al aire libre, para que cambie un poco de ambiente y para que comparta un poco de tiempo con otros niños. De paso yo también estoy al aire libre, cambio un poco de ambiente y comparto un poco de tiempo con otros adultos. Normalmente vamos antes de comer, a esa hora suelen haber pocos niños (unos 7 u 8) así que todos se conocen y hay un ambiente familiar muy agradable. Los niños suelen estar acompañados por sus abuelos o cuidadoras. Casi no hay mamás, creo haber visto sólo 1 o 2. Algo que me llama la atención es que hay más abuelos que abuelas, persiguiendo a los nietos de un lado a otro, subiéndolos al columpio y al tobogán. Son admirables.

Enfín, a lo que iba. Este sábado fuimos con mi marido al parque. La situación era totalmente distinta. Había muchísimos niños y casi todos acompañados por sus padres. No habían cuidadoras, y casi no habían abuelos. El ambiente ya no era tan familiar y por supuesto con tanto niño había muchísimos juguetes desperdigados por ahí y obviamente los niños querían coger los que no eran suyos. Esto ponía nerviosos a los padres quienes perseguían a sus hijos diciéndoles que no cogieran lo que no era suyo. Por otro lado los padres de los niños dueños de los juguetes sólo repetían la típica frase de "tranquilo, no pasa nada", pero en muchos casos sus caras no parecían estar de acuerdo con sus palabras. Por su parte los niños se enfadaban. Todos. Tanto los que no podían coger los juguetes ajenos como los dueños de los mismos. Digamos que el parque era como un pequeño caos, o sea nada fuera de lo normal para un sábado de primavera por la mañana.

Sin embargo, me sorprendí un poco cuando un niño de unos 2 años se acercó a una pequeña de 13 meses que estaba jugando con su pelota y no sólo se la quitó bruscamente sino que le dio un manotazo en la cabeza, con el cual la pequeña rompió en llanto. Soy madre primeriza, no tengo sobrinos y tengo pocas amigas con hijos, así que no sé qué tan común es esto, pero lo que sí tengo claro es que es una situación en la que no me gustaría ver a Mateo. De todas maneras me quedé pensando, ¿cómo se debe actuar en estos casos?

En un abrir y cerrar de ojos Mateo tendrá la edad de estos niños y seguramente cogerá juguetes ajenos y otros niños cogerán los suyos. Quiero que él sea un niño que sepa compartir y que a la vez sepa respetar lo de los demás, y pedir prestado cuando quiera algo que no es suyo. Por otro lado, ¿cómo debo actuar si a Mateo le pegan por coger algo que no es suyo? ¿y si es él el que pega?

Estuvimos reflexionando un poco con mi marido y concluimos que, además de a compartir, tenemos que enseñarle a Mateo que por muy molesto que esté, ya sea porque le han quitado un juguete o por cualquier otra cosa, no tiene derecho a tratar mal o a agredir físicamente. Elsa Punset escribe en su libro Brújula para navegantes emocionales lo siguiente: "Todos los comportamientos no son aceptables, pero todas las emociones y los deseos lo son. Los padres deberían, por tanto, imponer ciertos límites sobre los comportamientos, pero no sobre las emociones y los deseos." Obviamente la mejor forma de que él aprenda esto es con el ejemplo y eso es tarea nuestra. A la vez, tenemos que enseñarle a hacerse respetar, a saber que así como él no debe pegar ni tratar mal, nadie tiene derecho a pegarle ni a tratarlo mal. Y que si alguien lo hace no debe quedarse callado y debe hacerle saber que eso no le gusta.

¿Han pasado por una situación similar alguna vez? ¿Cómo actuaron?

viernes, 13 de abril de 2012

Así empezó todo...


Lo que vivimos Mateo y yo las primeras semanas no fue exactamente una luna de miel, y no hace falta decir que no se parecía ni por casualidad a lo que yo había imaginado desde el primer momento en que supe que iba a ser mamá. Tendría entre mis brazos a un hermoso bebé al que amamantaría, cantaría nanas para dormir y cambiaría de pañal cuando se hiciera pis o caca. La lactancia materna iba a ser un éxito, no podía ser tan complicado, todo era cuestión de colocarlo en la posición correcta. Cuando llorara había que ir probando hasta descubrir qué tenía: caca, hambre, o sueño, y listo... problema solucionado. Las malas noches eran inevitables, pero el truco para mantenerme descansada era dormir cuando Mateo durmiera. Ahora pienso: ¡Qué ingenua fui!

Mi fecha prevista de parto era el 22 de junio, pero la madrugada del 3 de junio tuve una sensación extraña e inmediatamente supe que se me había roto la fuente y que Mateo había decidido que ya había llegado el momento de salir a descubrir el mundo. No me lo esperaba y no estaba preparada. Pensé en mi madre, que con todas las previsiones del caso, viajaba desde Perú el 7 de junio, y sentí una gran tristeza al saber que no estaríamos juntas en este momento tan importante para ambas. El trabajo de parto transcurrió sin complicaciones y a las 15:25 nacía Mateo con 2.960kg y 49cm. No recuerdo en mi vida otro momento más feliz. Los días en la clínica pasaron sin mayores problemas pero las cosas se complicaron al llegar a casa.

Con las hormonas revueltas, los pechos a punto de reventar y Mateo sin conseguir sacar una gota de leche, la falta de sueño, el dolor de la episotiomía, un bebé llorando y amarillo (tenía ictericia) y la casa patas arriba, hubo momentos en los que llegué a pensar que yo no servía para ser mamá y que en qué momento se me había ocurrido a mí tener hijos con lo bien que estaba mi vida sin ellos.

La lactancia materna era un desastre (o por lo menos eso pensaba yo). Mateo se pasaba las horas enganchado al pecho y cuando lo separaba rompía en llanto. Era difícil encontrar un momento para ducharme o comer. Y ni pensar en salir. Después de 15 días prácticamente no había engordado nada y el pediatra me dijo que tenía que complementarle con leche artificial. Soy defensora de la lactancia materna, estoy segura de que es lo mejor para el bebé además de ser beneficioso para la madre, así que se imaginarán lo mal que me sentí cuando me dijo eso, sentía que había fracasado como madre porque no era capaz ni de alimentar a mi hijo. Quizás cuando nos obsesionamos mucho con algo el cuerpo y la mente se rebelan y nos juegan malas pasadas.

Pero tengo que confesar, y sé que mucha gente me criticaría por lo que voy a decir, que esos primeros biberones me ayudaron muchísimo. Mateo lloraba mucho menos, empezó a dormir mejor, su padre y sus abuelos podían cogerlo sin que llorara, y yo podía disfrutar de algunos momentos para mí. Continuamos con la lactancia mixta hasta los 4 meses, cuando ya no quiso tomar más pecho y lloraba tanto cuando lo intentábamos que decidí dejarlo. Si tengo más hijos (ojalá!) intentaré nuevamente darles el pecho y espero que luego de esta experiencia y con la información que he ido obteniendo durante estos meses las cosas vayan mejor.

Poco a poco mi cuerpo y mis hormonas hicieron las paces, la ictericia pasó, la episiotomía cicatrizó y junto con mi marido y mi madre nos organizamos para mantener la casa moderadamente ordenada. Eso sí, las malas noches todavía persisten, pero de eso hablaré en otro post. Mateo y yo nos fuimos conociendo y entendiendo y ahora no imagino mi vida sin él. Intento hacer las cosas lo mejor posible para ser una buena madre, buscando en cada paso que doy su felicidad. Estoy convencida de que tener hijos fue la mejor decisión que he tomado en mi vida.

A todas las recientes mamás que estén viviendo lo que yo viví sólo les digo que ánimo, esto pasará y la maternidad se convertirá en esa experiencia maravillosa con la que habían soñado.
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